jueves, 22 de abril de 2010

Libertad

Tantas cosas que decir y la garganta me enmudece. No estoy sola, no depende nada de mi, no puedo apartarme y tengo que aceptarlo. Soy todos aunque me pese, soy parte de todos los mecanismos que no puedo tolerar, soy impotente en la mayoría de los casos, bien.
Pero mientras haya aire puedo cambiar y quiero, que es lo más importante. Intento. Pienso, me animo a opinar, me animo a disentir. Ahí agudizo los problemas. La gente tolera mucho menos que yo, el pensar distinto, una idea que sale de lo esperable o lo conveniente se vuelve una piña y empieza la contienda, ¿sería mejor callar? ¿Alguien puede valorar el hecho de haber hablado con respeto? ¿Sirve? Si, una y mil veces si.
Tenemos que entender que todo cambio no es más que un proceso y que aunque no se llegue a una solución democrática, lo mismo sirve abonar el camino con la democracia en su ejercicio legítimo.
Tenemos que hablar.
Esto puede ser tomado en nuestro perjuicio instantáneo, pero a nuestro favor a la larga.
Si alguien pelea en un colectivo, uno automáticamente se pone a favor de alguien, decirlo. Tomar partido, entender que todos somos parte de algo que tarde o temprano nos involucra, realizar el ejercicio. No es “conmigo no se metió” ni “a mí no me hizo nada” Todos somos testigos y tenemos una posición, es verse como si fuéramos el otro. Tenemos que regularnos entre nosotros mismos para impedirnos esta tendencia de ver las cosas desde nuestro único punto de vista que puede sencillamente estar teñido de malhumor y dañar a alguien, hablar, socializar los conflictos para que gane una razón un poco más real y válida. Estos pequeños triunfos cotidianos son el alimento de nuestra única fuerza de cambio. Lo que podamos crear entre todos.
La libertad no es algo acabado, como nada lo es, se está haciendo, siempre nos desafía a seguirla construyendo y solidificando, sobre todo con tantas amenazas de residuos totalitarios.
El que crea que es libre por hacer lo que cree que debe hacer y se aparta de todas las injusticias y barbaridades que sabe que están ocurriendo, tarde o temprano será víctima de su elección individual y parcial, inserto en una realidad que nos une, queramos o no, tarde o temprano chocará con el muro social que le impide expandir su propia libertad y deberá afrontarlo.
Es necesario tomar partido, ejercitar, hablar, no callar ante diversos tipos de conflictos que se sucedan en nuestra presencia. Hacer la cola de ocho cuadras para cobrar, bajar la cabeza, no opinar, renunciar nuestro pensamiento al otro, porque hable mejor o tenga la voz más grave es el ejercicio del miedo, el ejercicio contrario, que apaña las barbaridades que todos sabemos que ocurre.
Basta de mierda.
Me la quito de la boca. Lo mismo no es suficiente. Quedo enredada con las heces y es necesario quitármelas de entre los pies, no avanzo, el hedor se hace peso, me enreda, me atormenta, y si no me la quito se la dejo a mi hijo en el pelo.
Logremos una perspectiva de continuidad, al menos en nombre de ellos. (sé que no es el modo, es por nosotros, pero al menos por ellos) Este mundo se pone tenso porque se ha empezado con todo esto, con el hecho de analizar el tema de no eludir la responsabilidad que debemos asumir. Es más complejo, pero es preciso no abandonar. El escepticismo es la trampa. Nunca será suficiente, pero cada pequeñez suma, no somos autónomos, nadie alcanza en sí mismo, todo tiende cada vez más a estar entrelazado, y es necesario asumirlo, verlo así para comandarlo y tomar la responsabilidad de construir la realidad que verdaderamente nos toca. Siempre ha sido así. Es hora. El tiempo amenaza con holocaustos, las legislaciones se cierran a los autoritarismos, la corrupción y las coimas, la pobreza asciende, el hambre, la no escolarización, ¿hasta cuando?
Hasta que nos liguemos con la responsabilidad de ser partes de ésto.
Se acabó cuidar la quintita personal, no hay sitio seguro y no es únicamente un tema de más policías. Es un tema de más participación, la política debe irrumpir en cada gesto cotidiano que hagamos a cualquier vecino, no es partidismo, es hacer desde una mirada crítica, es construir una opinión común mejor.
Miremos la realidad, dejemos de apuntar al cielo por miedo, aquellos espacios no se pueden comprar, será necesario actuar acá para cualquier cosa que se quiera hacer suceder allá, si es que se cree en que existe un allá, quiero eliminar ideologías religiosas de por medio y aunar hacia el hoy, analizando nuestro pasado para poder planificar un futuro más grato. Muchos quieren hacerlo.
Los representantes no tienen la exclusiva responsabilidad, es hora de asumir una actitud adulta y hacerse cargo. Sin la intervención de cada uno de nosotros, el sistema hace prevalecer los principios viejos que todos nos tomamos la atribución de criticar. Basta de críticas inútiles, catárticas e inoperantes, tengamos el valor de hacer algo con ellas, de pasarlas por el cuerpo, empezar a entender que desde nosotros estamos como estamos porque somos como somos y el que crea que hace bien, sepa que no está solo y que se verá involucrado en lo que con tanto ahínco se empecinó en esquivar. No hay posibilidad de esquivamientos personales. El que crea que de este modo lo logra, sentirá aullar el vacío en sus adentros y además todos se lo haremos saber, le haremos saber que no estamos de acuerdo con sus formas, que deberá atenerse a nuestros logros, que si quiere apartarse se vaya y encuentre el sitio en donde no deba preocuparse nada más que de sí mismo, si es que lo hay.
Hay que dar.
Opiniones, palabras, planes, acciones, mirada crítica, ejercicio democrático, la democracia no es una palabra que designa a quienes deben hacerlo todo y se desentiende de los problemas, democracia es responsabilidad, no sólo de elegir, sino de conducta, de respeto y escucha hacia el distinto, de no prejuicio, de agruparse y planificar infinidad de mínimas cosas y hacerlas suceder. Cada cual en la medida de su imaginación, de su creatividad, algunos para clases de tango, otros para recuperar una plaza, otros para pensar la educación, otros para tantas cosas, tantos temas que quedan por tratar.
Libertad, ¿cómo?
Haciéndola.
Resguardándonos este espacio de poder ser como decidimos con los otros, poder decir lo que opinamos y hacernos escuchar, poder votar y que sirva de algo, poder hacer culminar procesos judiciales atrancados, poder educar a nuestros hijos con tiempo, sin violencia, poder entender las diferencias y así cargarnos el problema común de que tantos tengan tan poco.
¿Qué hacer? No sé, yo sola, poco. Es paralizante y lo sé.
Al menos no mirar de reojo lo que no conozco. Quiero quitarme el espanto que me atormenta cuando veo a los ojos a alguien, el terror de que si lo quiero me hiera o de que si no lo conozco me mate, o me sea indiferente. La desgracia, el autoritarismo, la injusticia pasan por mi lado, ¿qué opino? ¿Qué creo?
Decirle no a tantos anestesiantes.
Empezar con algo, sin entrar en colapsos. Igual es difícil pero ¿qué nos queda? Que alguien me diga qué nos queda sino…
Quiero cortar con esa idea de la felicidad como algo lindo, sin conflictos, individualista, tipo una nube de pedo. La felicidad es hacer que algo mejor ocurra, es más un desafío que un logro, es un acto creativo, el choque entre el desafío y el éxito dura un instante y después se desvanece para volverse a tener que ansiar y siempre es con los otros, porque no existe actividad alguna que no nos relacione entre sí, porque vivimos en un mundo que nos opone resistencia y que es como es por cada uno de nosotros y será lo que será, según lo que nos atrevamos a hacer.