miércoles, 31 de marzo de 2010

Construcción de la realidad

Hay que estar de acuerdo con que la realidad es una construcción social. Que la realizan los sujetos, (es decir las personas que están sujetadas a vivir en interacción) que no es algo que alguien puso sobre la mesa y dijo, acá está la realidad, las cosas son así, hagan lo que les digo. No. Por eso es que va cambiando. Detalle. ¿Qué o quién la va cambiando? Nosotros, nadie más.
Ahora, hay que tener en claro que la sociedad no busca el cambio, sino encontrar una permanencia en la cual anidar, de hecho necesita inscribir en los sujetos que la constituyen los principios que la reproduzcan, pues lo necesita. Y no es que esté bien ni mal, es así. El tema de que no está quieta es por la sencilla razón de que van pasando cosas nuevas y hay sujetos que no encuentran la satisfacción de sus necesidades con las cosas así como están y empiezan a hacer fuerza para cambiarla. Es ejemplo de todo esto la nueva constitución y posibilidades familiares que hoy rigen en ese famoso dicho: “los míos, los tuyos y los nuestros.” Desde la legalización del divorcio hay posibilidades sociales diferentes en cuanto a organización familiar se refiere. Pero sería más completo decir que, como las familias tuvieron que irse separando y esto le ha pasado a varios, desde que esto comenzó a pasar, empezaron a captarse numerosas necesidades de que esta realidad se plasmara en lo legal. Y así fue. El cambio se instituyó. La realidad cambió. El divorcio es legal en varios países. No fue magia. Lo mismo con la presencia que logró la comunidad gay, entre muchos otros ejemplos.
Ahora, cuando un cambio se instituye, no es sólo el grupo precursor del cambio el que lo logra, necesita de un consenso social, sino no lo logra. Un ejemplo sería el de que si bien se trabaja con los derechos de las personas para no discrimarlos en ningún trabajo por raza, color o sexualidad, el otro día llegó un travesti al puesto de maestra a la escuela donde mi prima es directora y se armó un revuelo legal. ¿Qué vendría a ser esto? Que toda la sociedad interviene en la institución de los cambios. Muchos pueden querer cosas, buenas o malas, pero instituirlas no depende de ellos, ni de sus buenas o malas intenciones, depende de todo su contexto, es decir, de cada uno de nosotros.
El cambio que pretendía hacer la revolución francesa no fue muy placentero que digamos, pero es que el grupo que se le oponía a los interes del grupo del poder no encontró otro modo, las ideas de Galileo Galilei acerca de que el planeta tierra no es el centro del universo, tampoco, de hecho lo obligaron a retractarse. Me alegro mucho que después de firmar su retractación, en donde confesaba que estaba mal todo lo que había dicho (imagino con un revolver en la yugular) igualmente se animó a decir “E puoi se muove” o lo mismo se mueve. Lo que quiero decir es que hay cambios tan revolucionarios, que se tratan de controlar, de ocultar, de reprimir, por esta misma tendencia a no querer modificarse con la que carga una sociedad.
Ahora bien, los únicos que salen ganando si las cosas no cambian son los que se ven favorecidos por las cosas así como van. Sueñan con que nadie necesite nunca nada más, con gobernar en una isla desierta, o sin oposición alguna, pero es sabido que esto es imposible. Y menos en los tiempos que corren. En el medioevo la inquisición no es más, que justamente la institución que encarna ese deseo totalitario de perpetuar las cosas a la conveniencia de los que se benefician de eso hasta desde el horror de la tortura. Ellos te decían que las cosas eran como eran y punto, que si tenías dudas te las callaras para no morir y que en definitiva así te ibas a ganar el paraíso y la vida eterna. Así era la realidad poco más de 300 años atrás.
Hace alrededor de 500 años recién en el concilio de Trento se llegó a la conclusión de que la mujer tenía “alma”, con lo que querían decir que era más una persona que un animal. Y hace menos de 70 que en nuestro país vota. Y hace menos de 40 que puede controlar su natalidad desde un método seguro, lo cual le empieza a dar el derecho de planificar una carrera, objetivos aparte de los de casarse y tener hijos como es que la determinaban los mandatos sociales de la otra realidad. La que ya no es más pero deja residuos.
Todos los cambios dejan residuos. En la vereda? En la calle? NO. En nuestra misma personalidad. Nuestra personalidad está, entre otras cosas, constituída de las pautas y normas sociales de nuestro tiempo histórico. Por eso es que los cambios llevan procesos largos, por eso también es que hay hombres que todavía refunfuñan si su esposa sale con amigas y por eso también es que si alguien nos dice que algo es así y punto muchos son los que muchas veces nos callamos. Tenemos los residuos de las torturas totalitarias, muy asociados el pensar igual con lo que está bien, mucho miedo del distinto porque sentimos que nos amenaza, mucho miedo de lo nuevo por la latente desestabilización con la que nos amenaza. Bien.
No por nada después del oscurantismo medieval cambiamos de era y empezamos a llamarnos modernidad. La realidad cambió. Había que interpretar de nuevo todas las cosas. No éramos el centro del universo. Concebimos casi científicamente nuestra descentralización. Es decir la explicación que daba la Iglesia que decía que le había dado dios, había que dejarla a un lado y había que volverla a formular. Incertidumbre. La obra representativa de este momento es el Quijote, quien resignifica las cosas que ve y le sale mal, ve molinos de viento y son arbustos, ve escuderos y son árboles, en fin.
Nos pasamos al segundo período de la modernidad en que todo fue razón, justamente para poder reformular todo esto que era un terreno tan inmenso, pero desde la madre razón y hubiésemos sido pura razón si no fuese porque muchos fueron los que le opusieron resistencia a esta manera de explicarse el desconcierto y aparecieron los dadaístas, los surrealistas, los románticos, muchos artistas que equilibraron, junto con el descubrimiento del inconsciente de Freud, a ese principio ordenador que no terminaba de funcionar del todo por sí mismo.
Tercer período viene a ser la incertidumbre. Sufrimos, sabemos mucho y podemos hacer poco. Surge el existencialismo, el escepticismo, algunos llaman a eso la postmodernidad. No se sabe bien en donde estamos, como todo lo que nos roza de cerca no lo podemos ver demasiado objetivamente, estamos demasiado inmersos, bien. Seguimos ahí. Empantanados. Por lo pronto no pudimos deshacernos de ese nombre. Apareció la globalización y recién empiezan a debatirse teorías de limitación de contenidos, de mercado, pero lo cierto es que no se puede detener, que nuestros niños se la pasan prendidos al chat y están construyendo una cultura de vínculos que hablan con símbolos y pocas palabras a una velocidad que no podemos seguir. Que la información es tal que nos saca las ganas de saber. Que la cantidad de versiones quizás, nos da tanta incertidumbre como la falta de información o la censura. Peor. Cuando alguien no te deja, ya se sabe que el encanto de la rebeldía siempre invoca a desobedecer, pero si todo está tan al alcance de la mano, el desgano y la falta de horizonte, amenaza. Sumado a esto que de los cambios tecnológicos, el aparato del poder, construyó súbditos de sus principios y nos hemos quedado desorientados esperando que nuestros representantes, elegidos por voto legal, resuelvan nuestros conflictos, mientras ahorramos para nuestras vacaciones free charge en una isla del Caribe con canilla libre, como punto máximo en esta cumbre hacia el sumun.
Bien, a dónde quiero llegar?
A esto de asumir de una vez por todas la responsabilidad directa y concreta que tenemos con nuestro tiempo.
Entonces llega el momento de reflexionar acerca del poder.
Pues para ser responsables de nuestras necesidades, debemos poder distinguirlas, detectarlas, y acá viene el tema de la libertad.
¿Es una de nuestras necesidades primordiales vacacionar en el Caribe? ¿O es lo que al aparato del poder le conviene que creamos para seguir su ruta sin resistencia?
Mientras, las víctimas de hambre y la falta de escolarización ya son mayoría y decimos que no nos incumbe. No nos incumbe, pero los robos aumentan, entonces nos incumbe. Piden policías. Bien.
"Papá, mandame policías así no me pasa nada a mí.”
Esto somos como sociedad.
Esto básico y cuadrado somos como sociedad y tenemos por necesidad detectada. Asumamos esta verdad que avergüenza, pero asumámosla. Puente necesario para intentar cambiarla, mejorarla. Esta es la realidad.
Responsabilidad es pensar toda problemática desde una perspectiva más grande, ver la realidad no como un paraguas que cubre mi cabeza, sino como algo un poco más abarcativo. Desgraciadamente es necesario complejizarla y desmitificarla, sino lo de la responsabilidad es inútil. Somos una sociedad adolescente, inmadura, pero que sufre este adolecer. Y entre todos debemos tender hacia la madurez, ejerciendo la fuerza de la resistencia al poder instituído en lo que creamos satisfacción de necesidad. Si cada cual piensa de modo tan acotado en sí mismo, retrocedemos hacia la infancia y podemos volver al oscurantismo desde otras formas modernosas que lo encubran. De hecho todo el terrorismo que en nombre de ideas absolutas ataca distintos puntos del mundo, nos involucra y no debería ser respondido con la misma moneda, pues la ley del talión se usaba en el medioevo. No estamos tan lejos de retroceder. Debemos pujar la fuerza hacia delante, sino seremos cómplices y víctimas del retroceso. Y una persona que se victimiza, es de carácter infantil, es aquella que cree que no sabe hacerlo y se queda afuera mirando cómo hacen los que saben, en ese rol de espectador, que tiene que ver con los modelos viejos, con los modelos de esa otra realidad, pero que ha dejado sus residuos. Y será necesario sacudirse de ellos, tomar partido, asumir un rol activo que tome el toro por las astas e interactúe con los hombres y problemáticas de su tiempo. De esto se trata la responsabilidad.
Y nadie ha dicho que tenga que ser sencillo, pero tampoco que no pueda llegar a ser apasionante.
Lo digo desde acá, lo digo y me lo digo, encerrada en mi covacha, muerta de miedo de lo que vayan a pensar de mi novela terminada. Miedo de que quizás nunca más nadie me vaya a querer. Miedo a no intentar ya ningún desafío y echarme a buscar el modo de vida más cómodo que pueda encontrar. Satisfacerme con los caprichos más comunes y efímeros, pero sintiendo los efectos de un vacío que me crece en el pecho y me dicta desde alguna parte de mi consciencia lo que acabo de decir, para poder buscar el valor, en este mismo entramado de miedo que me he tejido con la ayuda de la sociedad de mi tiempo y deshacer el ovillo manipulando la lana implicada, que no es mía, sino nuestra.